En el trazado de la Vía Verde de la Sierra se encuentran treinta túneles. De ellos, el de mayor longitud es el túnel del Castillo, con 990 m., próximo a la estación de Coripe. Aquellos que sobrepasan los 150m. o que presentan un trazado curvo,  se encuentran iluminados, unos con sistemas de alimentación convencional y otros solar. También se puede disfrutar de la oscuridad en los no iluminados… es una sensación muy misteriosa. En verano el frescor a la sombra de un túnel se agradece, hecho que aprovechan a veces las cabras. Al atardecer, quizá se dejen observar algunos murciélagos que salen de su refugio dentro de las bóvedas.

Para su construcción, la apertura y progreso en el interior de los túneles se hacía a mano, empleando el entibado a base de rulos y vigas de madera, como en minería, para aguantar las paredes y el techo. El encofrado de cimbras de madera daba forma a los primeros hormigones de la época, técnica constructiva puntera en los años 20 en España. Las bocas están terminadas con piedras de cantera y ofrecen el aspecto de ojo de puente en el que la piedra “clave” queda situada en lugar estratégico.

Esta majestuosa obra construida con el estoico trabajo de las gentes del lugar, que cambiaron el arado por el pico y la pala, queda aún presente como testigo mudo de tiempos pasados.

Poco antes de que los túneles fueran restaurados, el panorama era muy diferente al actual. Algunos se utilizaron para el cultivo de champiñones, como atestigua el nombre de alguno de ellos, o hicieron las veces de redil para el ganado. Otros no resistieron para vivir tan afortunados usos y padecieron la erosión, el derrumbe o la inundación por filtraciones.